Viviendo En El Presente (Spanish Translation)

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Capítulo 2: La Intolerancia Al Sufrimiento

¿Por qué la risa, cual el gozo
Cuando las llamas están ardiendo?
Rodeado de las tinieblas,
¿No deberíais buscar la luz?

Dhammapada 146

Al Budismo popularmente se le conoce como una religión tolerante. De cierto que lo es. Pero a medida que madura nuestra práctica espiritual desarrollamos una especie de intolerancia: la intolerancia al sufrimiento. Uso la palabra intolerancia de una manera deliberadamente provocativa, para incentivar la reflexión sobre el sufrimiento y los temas relacionados.

Tomar en serio el sufrimiento es un elemento importante de la práctica espiritual Budista. Si tratamos de ignorarlo perdemos una magnífica oportunidad para el crecimiento. La intolerancia al sufrimiento motivó al Buda a encontrar su liberación. El sufrimiento, que definimos como un sentimiento de insatisfaccióncon la vida, motiva a las personas a abordar la práctica espiritual. El desafío del Buda es precisamente que nos liberemos de nuestro sufrimiento.

Con frecuencia la gente tolera el sufrimiento, en particular, el sufrimiento sutil de la vida cotidiana. Por ejemplo, muchas veces no nos fijamos en la tensión que prevalece al conducir un automóvil: manejamos un poco más rápido de lo aconsejable, perdemos la paciencia con otros conductores, o sentimos ansiedad sobre nuestro destino. A estos factores estresantes menores no les damos mucha importancia, pero el estrés se acumula con el transcurso del tiempo y empieza a afectar nuestro humor.

A veces toleramos el sufrimiento de mayor trascendencia. Por ejemplo, se nos hace difícil confrontar conflictos interpersonales porque nos parece que lidiar con ellos causará aún más sufrimiento, y por lo tanto no lo hacemos. O posiblemente toleramos el temor existencial que produce el pensar sobre nuestra mortalidad. Por lo tanto no nos atrevemos a reflejar sobre la muerte y permanecemos cautivos por el miedo que nos produce.

Tenemos muchas formas de tolerar el sufrimiento y muchos motivos para hacerlo. Nos angustiamos al pensar en las posibles consecuencias de confrontar algo que nos causa dolor. Para esquivarlo nos entumecemos ante el sufrimiento, o escogemos desviar la mirada. A veces llegamos a tal punto que a propósito negamos la existencia de cosas reales que nos afligen.

También es posible tolerar el sufrimiento debido a nuestra ambición o nuestros deseos. Es común aceptar cierto nivel de malestar con tal de alcanzar una meta virtuosa. Podríamos decir que esta tolerancia es un componente necesario de la vida. Por ejemplo, para recibir un título universitario hay que estudiar mucho y a veces se requieren sacrificios poco placenteros. Sin embargo estamos dispuestos a aceptar las dificultades porque valoramos la educación.

Pero conseguir algo con mucho sufrimiento no siempre tiene lógica. Al reflexionar sobre nuestros valores éticos posiblemente concluyamos que lo que anhelamos no merece tanto esfuerzo. A modo de ilustración, puede que no valga la pena martirizarnos por muchos años en algún negocio para enriquecernos materialmente.

Las crisis importantes y las tragedias personales pueden ser difíciles de manejar, pero son más fáciles cuando ya tenemos experiencia con asuntos menores. El sufrimiento sutil en nuestras vidas, la manera que conducimos un automóvil o la forma en que dialogamos con algún colega en el trabajo, puede parecer insignificante. Pero si ponemos atención a las maneras pequeñas en que sufrimos creamos un ambiente de tranquilidad, paz y responsabilidad que nos ayuda a manejar las situaciones más complicadas en el futuro.

Ser intolerante al sufrimiento, en el sentido Budista, no significa que hacemos un esfuerzo heroico por rechazarlo, ni que lo ignoramos deliberadamente, ni siquiera que luchamos en su contra. Más bien, quiere decir que observamos nuestro sufrimiento con sobriedad y tranquilidad, sin morbosidad, con la fe de que si lo comprendemos tendremos una vida más gozosa y pacífica.

En la práctica Budista investigamos la naturaleza del sufrimiento y lo primero que aprendemos es que tenemos una relación especial con nuestro sufrir. A veces lo toleramos,a veces lo evitamos, y a veces lo aceptamos de maneras poco saludables. En otros casos sentimos aversión y queremos evitarlo a cualquier costo. Pero, lastimosamente, tratar de sacar algo doloroso del corazón, o siempre estar huyendo de algo que nos hace sufrir puede generar aún más sufrimiento.

También es importante fijarnos en la función psicológica que el sufrimiento puede tener en nuestras vidas. Posiblemente interpretamos el sufrimiento como si fuera una consecuencia de algo que hicimos en el pasado. Por lo tanto, nos auto-condenamos, o nos sentimos culpables o incapaces de mejorar. En otras oportunidades cometemos el error de identificarnos con nuestro sufrimiento tan profundamente que nos orientamos hacia el mundo principalmente como personas sufridas. Queremos que el mundo nos trate como “víctimas”. Empleamos esta fórmula para lograr que otros nos traten de una manera acogedora pero resulta contraproducente.

Si estamos dispuestos a investigar el sufrimiento y observarlo detenidamente, sin reaccionar, entones se suscita un cambio. Involucramos una parte sana de nuestras emociones en la experiencia del sufrimiento. En vez de estar enraizados en nuestro sufrimiento, o estar perdidos en nuestros esfuerzos por evitarlo, o cerrados a la experiencia del sufrimiento, más bien preguntamos de manera directa y tranquila: “¿Qué es lo que me aflige?”Esta evolución hacia una relación psicológica más sana con el sufrimiento es un aspecto importante de la práctica Budista.

La práctica de la meditación nos ayuda a desarrollar la concentración. Cuando logramos concentrarnos sobre algo tan simple como la respiración contrarrestamos el poder de nuestros apegos con el poder de la concentración. Con frecuencia la concentración genera un sentimiento de calma, de serenidad, y aún de gozo que a su vez cambia nuestra relación con el sufrimiento.

Pero la concentración es solo uno de los componentes de la práctica de la atención plena. La atención plena fortalece nuestra habilidad para observar las fuentes de nuestro sufrimiento detenidamente y con honestidad. Esas raíces no están en el pasado sino en el momento actual. Posiblemente fueron generados en eventos de hace mucho tiempo e indudablemente es valioso aprender del pasado. Pero el sufrimiento ocurre en este momento, no en el pasado, y se mantiene debido a nuestros apegos, aversiones y temores actuales. Si podemos soltar aquello a que nos apegamos, el sufrimiento también disminuye. La atención plena, junta con la concentración, nos permite ver en cada momento como estamos apegados a algo que constituye el meollo de nuestro sufrir.

La intolerancia al sufrimiento puede coexistir con el gozo. Claro que no gozamos el sufrimiento en sí pero sentimos satisfacción cuando aplicamos nuestra práctica espiritual a la resolución del sufrimiento. A medida que nos volvemos intolerantes al sufrimiento y lo confrontamos con realismo y honestidad empezamos a ver la posibilidad de vivir vidas llenas de alegría y tranquilidad.